Malí, hacia la reconstrucción de un estado (I)

La operación Serval ha tenido entre sus principales objetivos evitar que Malí se convirtiera en un santuario para terroristas que pudiesen atentar no sólo en Malí sino fuera de sus fronteras, convertir a Malí en un estado fallido que pudiera extender la inestabilidad por toda la región del Sahel, ya de por sí pobre, vulnerable y con escasos recursos en todos los niveles. Todo ello conllevó la intervención militar francesa, que se desarrolló bajo legalidad internacional, a petición de las autoridades malienses, cuando AQMI y sus aliados iniciaban una ofensiva hacia Bamako, la capital del país. Antes de la intervención, Fernando Reinares alertaba sobre la creación de un “condominio yihadista en el norte de Malí” cuyas repercusiones para España podrían ser de gran gravedad, debido a que nuestro país es el más cercano a dicho territorio de todos los que conforman la Unión Europea: “España se encuentra afectada por la situación del norte de Malí y no sólo en el espacio circundante a dicha zona, donde nuestros ciudadanos e intereses ya lo han sufrido más concretamente como víctimas de secuestros y son blanco de los terroristas desde hace tiempo.”

El Sahel no ha sido objeto de atención mediática hasta recientemente. Es una de las regiones más pobres del planeta que se convirtió en foco de la atención internacional cuando la rebelión tuareg y la instalación en el territorio de grupos terroristas la hicieron saltar a primer plano de la atención internacional, cuando de hecho la región experimentaba ya desde hacía mucho tiempo problemas ligados a la extrema pobreza, la falta de consolidación de instituciones democráticas y problemas de gobernanza, el tráfico de drogas y comercios ilícitos y la presencia de grupos terroristas. La palabra Sahel viene del árabe «Sahil» que significa costa o borde, en referencia a los países situados en el borde del desierto del Sáhara. Los países del Sahel están formados por conjuntos de distintas etnias y tribus, entre los que predomina el sentimiento de pertenecer a una casta, tribu o etnia determinada sobre el sentimiento de unidad nacional, lo que conlleva la existencia de sociedades fracturadas. En Malí, habitan árabes y tuaregs en el norte, songhais y fulanis en el centro y bambaras en la zona de la capital, Bamako. Ello ha dado lugar a situaciones de enfrentamiento interétnico, como la que enfrenta a los tuaregs con el gobierno central de Bamako. Además, el Sahel se caracteriza por factores que hacían muy propicia la deriva hacia esta crisis: gobiernos frágiles y corruptos, sociedades fragmentadas, gran pobreza, rivalidad internacional por las riquezas nacionales, flujos migratorios descontrolados, comercio ilícito de mercancías de todo tipo, tráfico de drogas y santuario para terroristas.

Malí formó parte de la federación de la Afrique Occidentale Française hasta que se independizó el 20 de junio de 1960. El país inició la transición democrática en 1991-1992 con un gobierno militar liderado por Moussa Traoré, sin embargo no fue posible resolver uno de los conflictos más importantes: el que se daba entre los nómadas tuaregs y la población sedentaria, especialmente preocupante por la afluencia de población tuareg desde Argelia y Libia. En 1992 se estableció el nuevo gobierno democrático liderado por Alpha Oumar Konaré y la alianza por la democracia en Malí, Adema. En las siguientes elecciones ganó Amadou Toumani Taouré. Sin embargo, el estado de Malí se ha visto incapaz de satisfacer las necesidades básicas de la población en aspectos tan esenciales como la seguridad, la alimentación, la sanidad o la educación. Y todo esto debe englobarse dentro de la debilidad generalizada de las fuerzas de seguridad de los países del Sahel, en comparación con países como Argelia o Libia antes de la caída de Gadafi. Las fuerzas de seguridad del Sahel y en particular de Malí son muy débiles para garantizar la seguridad. Uno de los principales problemas es cómo controlar unas fronteras demasiado porosas y extensas. La región del norte, la que se ha visto afectada por la crisis, está constituida por población rural diseminada por el desierto y las ciudades son pequeñas, desde los 50000 habitantes de Gao a los 10000 de Kidal. Hay que tener en cuenta que la mitad de la población vive de la cooperación internacional.

Malí tiene una extensión de 1.240.000 km2, una población de 16 millones de personas y cuenta para su seguridad con 7350 efectivos de las fuerzas armadas, sumándosele 1800 gendarmes y 3000 miembros de la guardia republicana y la policía nacional. Además están las milicias, que cuentan con 3000 efectivos. El problema es la falta de profesionalidad y equipamiento de sus fuerzas de seguridad. Por tanto, nos encontramos con un territorio con poca densidad de población cuya mayoría se concentra en las grandes ciudades; los territorios desérticos necesitan medios aéreos e inteligencia para su control de los que el estado dispone en escasa medida y las fuerzas de seguridad no están suficientemente dotadas para controlar el país.

Ya en 2008, Núñez Villaverde afirmaba que “el actual discurso estadounidense  pretende que el Sahel sea visto como el nuevo frente en la guerra contra el terror”. Hay una serie de elementos fundamentales a considerar que ocurrieron antes de que se desarrollara la crisis y que ayudan a explicar el desarrollo posterior de los acontecimientos:

  • Rebeliones de las poblaciones tuareg en Malí y Níger
  • Fusión entre el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate y Al Qaida
  • Comercio de armas entre oficiales del ejército de Malí y grupos locales
  • Influencia desde Arabia Saudí y Pakistán
  • Redes de argelinos radicales que se extienden hasta Europa
  • Actividades de Jama’at al-Tablighi en la región

Todo empezó con la cuarta rebelión tuareg: “Armados con el material sobrante de la guerra de Libia y con la experiencia de haber combatido como mercenarios hasta el último día en las filas de Gadafi no necesitaron pegar ni un solo tiro para provocar la huida del ejército de Malí y apropiarse de sus abundantes arsenales en la zona”.[1] En enero de 2012 se levantaron en armas contra el gobierno de Bamako, con el objetivo de conseguir la independencia del territorio de Azawad, el norte de Malí, rebelión cuya causa principal es la marginación que las regiones septentrionales del país han sufrido por parte del poder central, especialmente en infraestructuras y servicios. Hay que tener en cuenta la influencia de la crisis libia, pues los tuareg combatieron al lado de Gadafi y cuando éste cayó se desplazaron, con los arsenales dispersados por toda la región, hacia Azawad. Todo ello propició un golpe de estado protagonizado por Amadou Sanogo. Como afirma A. Lebovich, la gran percepción de la corrupción del gobierno de Touré fue una de las razones por las cuales muchos malienses apoyaran el golpe, aunque este fuera rechazado en bloque por la comunidad internacional. El orden constitucional se restableció rápidamente al crearse un gobierno de concentración con el actual presidente interino, Dioncounda Traoré. La situación está a la espera de que se celebren de nuevo elecciones libres. Uno de los principales motivos que facilitaron la rebelión tuareg, a parte de la guerra de Libia, fue el hecho de que Touré cedió parte del control estatal a milicias del norte, particularmente árabes y tuaregs para que lucharan contra la rebelión tuareg de 2006.

Azawad constituye la parte norte de Malí que los tuareg consideran como territorio suyo y reclaman su independencia en lo que se conoce como Movimiento por la Liberación Nacional de Azawad (MNLA). Pero la peor amenaza son los grupos yihadistas: AQMI, liderada por el argelino Abdelmadek Droukdel, el MUYAO liderado por Oumar Ould Hamaha o el grupo yihadista tuareg Ansar Dine, creado a finales de 2011 por Iyad Ag Ghali, escisión del Movimiento para la Liberación de Azawad. En 2010, el único grupo terrorista importante en la zona era AQMI, con aproximadamente 400 efectivos, pues una parte importante de la organización estaba asentada en la Kabilia, al norte de Argelia. Con toda esta efervescencia de grupos, la rebelión tuareg fue manipulada,  aprovechada y absorbida por los grupos terroristas para hacerse con el poder en las regiones del Norte de Malí y avanzar hacia el sur, apropiándose sucesivamente de Tombuctú, Kidal y Gao. En su punto álgido el número de yihadistas en la zona llegó hasta los 6000. Sus fuentes principales de financiación son los secuestros de occidentales, el tráfico de drogas (las redes de tráfico de drogas suramericanas llevan años utilizando el Sahel como ruta para el tráfico y la principal ruta terrestre de la cocaína que llega a Europa es la que atraviesa el Sahel) y los comercios ilícitos (como tabaco) o los ingresos por dar protección a las organizaciones de crimen organizado que pasan por la zona, en especial por tráfico de seres humanos. Una de las consecuencias colaterales de esta desbandada en el norte de Malí fue el secuestro de la planta de gas de Tiguentourine, en Argelia, por el grupo de Mojtar Belmokhtar. En las zonas controladas por los terroristas se impuso la visión extremista de la sharia e incluso se destruyeron algunos monumentos y manuscritos, entre ellos las tumbas centenarias de Tombuctú.  Se obligó a las mujeres a taparse y se prohibió la música, el alcohol y el tabaco. El objetivo principal de los terroristas era establecer la sharia en todo el territorio de Malí y el resto de territorios del Sahel. A todo ello se deben sumar los desplazados que todo este movimiento generó y los refugiados en países limítrofes (700.000).


[1] OLMO, J.M. Malí, un estado fallido en el jardín trasero de Europa. Revista Atenea, núm 42.

Acerca de laurafont

https://www.facebook.com/nosoyunaartista/ https://www.instagram.com/laura.nuria/ http://lauranuriafont.tumblr.com/ https://artenuncove.wordpress.com/
Esta entrada fue publicada en Guerra y defensa, Malí, Relaciones internacionales. Guarda el enlace permanente.

Deja un comentario